En los años 90, antes de que la CIA fuera descubierta espiando los móviles de ciudadanos corrientes, o Facebook filtrando datos personales de sus usuarios, resultaba evidente que la digitalización haría mucho más fácil recolectar datos para espiar o controlar a la gente.

Activismo social

Pocos en aquella época (aparte de los “Ciberpunks”) alertaron de que además del control político y corporativo existía la amenaza de que otras “no-autoridades” también pudieran hackear tus datos personales. La protección de la privacidad se convirtió en objeto de activismo social.

La privacidad en una sociedad abierta implica sistemas de transacciones anónimas. De la misma forma que cuando andas por la calle o vas en coche no tienes que pedir permiso o notificar tu destino, nadie debería pedir ni tener acceso a tus comunicaciones.

Criptografía de Clave Pública

Las tecnologías de encriptación han sido desde siempre provilegio de los poderosos. Pero en los 70s y los 80s, los matemáticos de Stanford y el MIT hicieron una serie de avances que pusieron al alcance de los ciudadanos la capacidad de encriptar mensajes de forma que fueran legibles únicamente para el destinatario de los mismos. Y además imposibles de romper (descifrar) incluso por los ordenadores más potentes.

Esta nueva tecnología, conocida como “criptografía de clave pública” o “criptografía de dos claves” se basa en una clave pública compuesta por una serie aparentemente aleatoria de numeros y letras, y otra privada que sólo conoce el usuario. Estas 2 claves están relacionadas matemáticamente de tal forma que sólo el destinatario de un mensaje puede desencriptar con su clave privada un mensaje dirigido exclusivamente a él. Y sólo él puede firmar mensajes asociados a su clave pública.

En un mundo que de otra forma iría directo hacia la pérdida total de la privacidad, con bases de datos masivas controladas por el Gobierno y las corporaciones, esta tecnología resultó revolucionaria. Y resulta ser uno de los pilares de otra tecnología: la Blockchain.

La Presión de los Gobiernos

Muy pocas aplicaciones como Telegram o Signal incorporan este tipo de cifrado. Pero todas están siendo presionadas por los gobiernos para poder acceder a las conversaciones de los usuarios.

Cuando en un mundo como el actual todos los gobiernos (occidentales, ruso o chino) están de acuerdo en que no les gusta la encriptación es porque la encriptación es buena para los ciudadanos.

Todo ello afecta a las grandes redes sociales, apps de mensajería, y también a las empresas de telecomunicaciones.

Hace unos años la gente aceptó sin rechistar que un gobierno pueda ser juez, parte y ejecutor para poder sacarte dinero de la cuenta corriente de forma arbitraria, y sin mandamiento judicial. Y éste es el siguiente paso: poder saber dónde estás, con quién, y de qué hablas en todo momento. “Por si acaso” eres un terrorista, defraudas a hacienda, o estás infectado de la pandemia que toque este año.